El milagro de la vida..
(Cuento: Lodetti Simone / Escritora italiana)

Excelente anécdota para los que están inconformes con lo que son…

Fue entonces, después de tanta espera, al ver que ya nadie volvería a recogerlo, que el gigante, así llamado por su gran tamaño, declaró – Pues, es la hora de partir y me iré por mi cuenta.

Había quedado solo, todos sus amigos habían sido elegidos y llevados, todos tenían los requisitos, salvo él - Éste no es bueno para nada – se oyó decir brutalmente. Pero él, aunque humillado tan pesadamente, se quedó firme, recto, como siempre, ni una lágrima soltó, un solo respingo después de varios meses, y una decisión.

– Me voy – dijo con tono resuelto -¿Y adónde vas? –preguntó el pequeñito que estaba a sus pies mirándolo fijo - No sé, aún no lo sé – respondió - pero quiero irme de aquí, quiero ver el mundo, mis amigos ya se han ido y yo qué espero, nadie vendrá a recogerme.

El pequeñito entonces, desde lo bajo de su metro de altura, y el alto valor de su cultura, intentó animarlo - Puede que tus amigos no estén tan genial como crees – Por supuesto, dijo él – pero si fuese así, los primeros que se fueron habrían vuelto ya.- Claro, respondió el pequeñito - tal vez lo habrían hecho o tal vez no le fue permitido, ¿quién sabe? -

¿Permitido? ¿Qué quieres decir con esto? – contestó el gigante.

El pequeñito dijo pensativo - Que uno no puede elegir el destino a su gusto, sin embargo, uno puede aprender a contentarse y alegrarse de lo que la vida le entregue, y un día por cierto, algo especial escondido en su interior le recompensa. Sólo hay que esperar, con humildad. No pienses en los demás, quédate otro tiempo. Después ¿De qué te quejas? Aquí lo tienes todo, este río es estupendo, a mi me gusta. Mira qué precioso, pasa de todo flotando por sus aguas, es muy entretenido observarlo. Fíjate en ello, mira qué silla tan bonita, ¿No te gusta? y más allá: un lavabo, muy divertido ¿Verdad? - Y tú ¿Qué opinas? ¿No te parece un encanto? - No, me parece un asco – respondió el gigante - El río no está hecho para tirar cualquier cosa.

Por cierto – contestó satisfecho el pequeñito – el río no es lugar para la basura, pero éste, en cambio, es el tuyo y no lo sabes apreciar. Piénsalo bien, mira el Sol por ejemplo, siempre está ahí, el cielo es su lugar, él lo sabe y lo aprecia, es su destino, mira lo hermoso que es. Es un placer quedarse bajo de él. Él sabe lo importante que su presencia es para nosotros, él sabe quién es, es el sol y eso lo hace feliz.

Tu eres un árbol, y yo un césped, nada más que un simple césped, un ser inferior diría alguien, pero yo no me siento así. Cuando una liebre en peligro se esconde en mis hojas por ejemplo y se siente al seguro, pues yo me siento tan grande, importante. Me siento feliz y tú también deberías sentirte tan dichoso como yo, porque tú eres un magnífico árbol y aunque no puedas andar por el mundo como quieras, el mundo depende de ti, el aire depende de ti, los pájaros descansan sobre de ti. Tú eres importante – continuó el pequeñito - así como eres, no importa donde estés ni dónde te encuentres, compréndelo:

Eres un árbol y debes ser feliz.

El gigante guardó silencio y durante muchos años, incluso los pájaros se quedaron a distancia, ni siquiera el pensamiento le distrajo un momento, hasta que un día, finalmente, comprendió y despertó de su ignorancia. Y como eso ocurrió, fue maravilloso, las ramas en él se multiplicaron y miles de hojas las vistieron. Por primera vez disfrutaba agradecido de las caricias del viento, y se alegraba de que los pájaros jugueteaban con sus ramas. A su alrededor todo rebosaba de alegría, incluso el Sol participaba con su energía.

Por fin se sentía afortunado, por haber sido descartado un tiempo, por haber sido abandonado en este lugar, donde fue testigo del Milagro de la Vida, donde nació y creció y despertó su verdadero ser. Por fin el gigante se dio cuenta, que no necesitaba ningún lugar particular y ni siquiera ser aceptado por un hombre cualquiera. Él sólo tenía que comprender lo que era importante de verdad. Así se transformó, y encontró la paz y la felicidad.



Mi comentario: A veces nos sentimos así.. en la soledad, o cuando los hijos ya se fueron de nuestro nido y nos quedamos sentados a esperar.... esa espera, que entonces solo Dios ha de disipar, es el encuentro espiritual, es darse cuenta entonces del verdadero valor que tenemos... y ahí empezamos a florecer..... Lety Ave