La mejor versión de ti mismo
(Laura Szmuch © )

Es nuestra vida. Probamos por un lado, probamos por otro ¿Qué nos satisface? ¿Qué nos hace felices? En el apuro y ruido de la vida diaria, muchas veces nos convertimos en versiones gastadas y forzadas de nosotros mismos, y no somos ni hacemos lo que deseamos realmente. Nos distraemos con estímulos innecesarios, persiguiendo lo que en realidad nunca quisimos, y aceleramos nuestras mentes al punto de olvidarnos de quiénes somos.

Vamos perdiendo nuestra energía, nos arrugamos antes de tiempo, y, lo más triste, nuestras almas parecieran envejecer cuando todavía somos muy jóvenes en edad.

La gente es consciente de la necesidad de cuidar su salud y equilibrio mental. Una buena manera de hacerlo, entre otras, es respetar una rutina diaria de cuidado del yo. El tema es que aunque todos lo saben, muchos se sienten culpables a la hora de dedicarse un poco a sí mismos.

Quizás nuestra cultura, o la forma en que fuimos criados, nos hacen ver como sinónimos la noción de cuidado personal con aquella de egoísmo. Un buen ejemplo de esto es una madre que se siente egoísta porque cree que si se toma un rato para descansar su mente, le resta tiempo a preocuparse por sus niñitos (que a veces ya pasaron los treinta años!). El precio de vivir acelerados, con la mente llena de remolinos, de creer que no tenemos tiempo para nosotros mismos, que es egoísta, que no lo merecemos, es que en algún momento, ese exceso de actividad física y, sobre todo mental, se convierte en un estado de enojo y frustración con la vida. Terminamos culpando por no hacer lo que deseábamos a aquellos que amábamos tanto, y por quienes no nos dimos nuestro propio tiempo y espacio, y que por otra parte �nunca nos lo exigieron! No estoy hablando de casos en los que debemos estar casi 100 % al servicio de otros, como por ejemplo los primeros días de vida de nuestros hijos, o si estamos cuidando a alguien enfermo. Sin embargo, lo vamos a hacer más eficiente y amorosamente, si estamos en buen estado de ánimo por haber descansado bien, comido bien, y por habernos relajado.

La paz interior como prioridad

Cuando nos conectamos con nuestro centro, con ese espacio propio interno de sabiduría y poder, vamos eligiendo la vida a cada momento. ¿Cómo es estar conectado con uno mismo? ¿Cómo se siente? ¿Qué es vivir en un estado de presencia?

Tener paz interior no significa estar todo el día sin hacer nada, simplemente relajándonos y meditando. Uno puede estar llenísimo de actividad, y ser muy eficiente para con uno mismo y con los demás, con una mente tranquila, sintiéndonos seguros, en equilibrio, y sabiendo internamente que hay tiempo para todo.

El verdadero cuidado por uno mismo

Cuidarse no pasa por comprarse las mejores ropas necesariamente, ir a los mejores restaurantes o manejar los más cómodos autos. Nos cuidamos cuando comemos bien, ni mucho ni poco, hacemos ejercicio físico en forma regular, pasamos tiempo con quienes amamos, nutriendo nuestras relaciones, expresando nuestras emociones, y reflexionando acerca de lo que no nos gusta para poder cambiarlo. Nos cuidamos cuando no nos extendemos más allá de lo que nuestra capacidad humana nos lo permite, cuando no nos sobreexigimos, cuando hacemos lo posible para vivir nuestros sueños, cuando llevamos una vida simple y moderada, pedimos lo que necesitamos, damos y recibimos amor, aprendemos todo el tiempo, y nos tomamos un rato todos los días para respirar, mirar el sol, observar los ojos de otra persona, vivir en un estado de amorosidad permanente. Cuidarnos significa escuchar nuestra voz interna, dejar de hacer lo que ya no nos hace felices, y empezar a hacer lo que siempre habíamos postergado para cuando tuviéramos más tiempo

Una persona con brillo interno puede dar mucho más al mundo que una que es un manojo de nervios permanente. El tema central aquí es recordar que el cuidado y respeto por uno mismo, sin egoísmo, es un derecho inalienable con el cual nacimos, pero que muchos de nosotros no honramos.

Los demás

Cuando administramos bien nuestro tiempo y energías, podemos iluminar la vida de los demás también. A veces podemos simplemente con una sincera sonrisa cambiarle el día a alguien, o los alimentos preparados con mucho amor y conciencia para nuestra familia, pueden tener el sabor de un momento especial, no simplemente comida preparada con apuro (Ojo, que lleva el mismo tiempo hacerlo de una manera que de la otra).

Un corte en el día para compartir un café o un mate con alguien a quien inspirar o que nos inspire, en lugar de juntarnos a quejarnos, eso es ser amable con nosotros y con los demás Eso, entre otras cosas, es ser cuidadoso con la vida

Tengámonos paciencia

Si nunca lo hemos visto de esta manera, y deseamos comenzar, vayamos de a poco. No es cuestión de llenar nuestras vidas sobrecargadas con una obligación más: la de cuidarnos a nosotros mismos. Si no has hecho actividad física durante años, empieza muy suavemente, hasta que el cuerpo tenga la energía para hacerlo. Si nunca has sido consciente de ti mismo, en lugar de andar por la vida con auriculares, pendiente de tu celular, con la nariz sumergida en un libro todo el tiempo, o con todo tipo de distracciones para no estar contigo mismo, empieza prestando atención a tu respiración. Solamente intenta sentir el aire que entra y sale de tu cuerpo Si nunca te tomas un recreo de ningún tipo, empieza con una caminata corta en un parque, con una comida sentado, en lugar de engullida en forma apurada entre obligaciones. En lugar de una ducha rápida, asegúrate de sentir el agua tibia en tu espalda, y el aroma del jabón sobre tu piel.

Muy gradualmente, la incorporación de algunos hábitos muy simples, más períodos de reflexión y acción, van a ir modificando tu vida. Muy de a poco, vas a tener la energía suficiente para buscar otros horizontes, y vivir en la forma en que elijas hacerlo. Si el objetivo es simplemente deshacerte del estrés, perfecto. Si lo que te motiva es una vida más consciente y mucho más plena, ya vas a estar dando también tus primeros pasos