El ingrediente secreto de Martha.
(Dot Abraham de la Revista Reminisce)

Hace tiempo leía esta historia y hoy volví a hacerlo, quise compartirla con ustedes porque es tan bella, tan simple, que mueve maravillosamente mi corazón, no cabe duda de que algo tan sencillo hace enormemente feliz la vida de las personas, hagamos cosas como éstas y nuestros días brillarán más... les quiero mucho.

Les cuento que hace unos años recibí un recipiente que proviene de la familia de mi madre, mi hermana que había ido a visitar a unos parientes que hemos tardado en volver a ver, a decir verdad una prima muy querida de mi madre, le dió el recipiente, pero lo curioso de esto es que le dijo que no era para ella, que mi hermana debía valorar en quién de sus hermanas debía quedar el mismo, ya que debía ser alguien que sintiera valor y aprecio por el y que además sabría que hacer..... mi hermana pensó en mi (gracias Janet), no saben la emoción que siento al contarles esto, pero es maravilloso para mi, entonces como vivimos a 1800km de distancia no habíamos podido ver en que forma me lo entregara, pero se sucitó que mi hija fué a visitarle y con ella me lo envió (no quiso hacerlo por correo, quería que llegara bien) (la prima de mi madre murió al poco tiempo de haber entregado el recipiente)

Cuando mi hija lo trajo a casa, me quedé sorprendida pero maravillada, un recipiente pequeño con tapa de plástico, no sabíamos que uso darle, un día una amiga me dijo que guardara varios tipos de semillas, para eso de la abundancia, pero pasó el tiempo y salieron polillas, no era para eso, pero encontré el verdadero significado y así como dice la histoia así lo utilizaré.

EL INGREDIENTE SECRETO DE MARTHA.

Cada vez que Ben entraba en la cocina, le molestaba. Se trataba de aquél pequeño recipiente de metal, colocado sobre la alacena que estaba encima de la estufa de Martha.
Tal vez no había reparado en él ni le hubiera causado tanta molestia si Martha no le hubiera dicho repetidamente que nunca lo tocara. El motivo: ella afirmaba que contenía una "hierba secreta" que le había dado su madre y, puesto que no podía reponerla, le preocupaba que Ben o cualquier otra persona abriera el recipiente para mirar lo que había dentro y lo dejara caer por accidente, derramando su valioso contenido.

El envase no era nada del otro mundo. Era tan viejo que muchas de sus flores originales de color rojo y oro habían desaparecido. Uno podía distinguir el lugar presiso donde lo habían sujetado una y otra vez para quitarle su apretada tapadera.
No solo los dedos de Martha habían apretado esa parte del envase, sino también los de su madre y los de su abuela. Martha no estaba segura de ello, pero pensaba que tal vez incluso su tatarabuela había usado el mismo recipiente y la "hierba secreta".

Lo único que Ben sabía con certeza era que al poco tiempo de haberse casado con Martha, la madre de ésta le llevó el recipiente y le recomendó que utilizara su contenido con tanto amor como ella misma lo había hecho.
Y lo cumplió fielmente. Ben nunca vió a Martha cocinar un platillo sin tomar el recipiente de la alacena y espolvorear sólo un poco de la "hierba secreta" sobre los ingredientes. Incluso cuando horneaba pasteles, empanadas rellenas y galletas, la veía agregar una pizca justo antes de meter los moldes al horno. Cualquier cosa que hubiera en ese recipiente, sin duda funcionaba, pues Ben consideraba que Martha era la mejor cocinera del mundo. Y no era el único que pensaba así; cualquier persona que fuera a comer a su casa elogiaba enormemente las dotes culinarias de Martha.
Sin embargo, ¿por qué no dejaba que Ben tocara ese pequeño recipiente? ¿En verdad temía que derramara su contenido? Y, ¿cómo era esa "hierba secreta"? Era tan fina que, siempre que Martha la espolvoreaba sobre la comida que preparaba, Ben no podía distinguir su textura. Era evidente que Martha tenía que utilizar muy poca "hierva secreta", ya que no había manera de rellenar el envase. De algún modo, Martha había logrado que dicho contenido durara más de 30 años de matrimonio, es decir, hasta la fecha. Y no fallaban sus efectos; la comida siempre resultaba apetitosa.
Ben se sintió cada vez más tentado a mirar qué había dentro del recipiente sólo por una vez, pero nunca se animó a hacerlo.
Hasta que un día, Martha se enfermó. Ben la llevó al hospital, donde se quedó internada durante la noche. Cuando Ben regresó a la casa, la encontró muy sola. Martha jamás había pasado la noche fuera y, cuando se acercó la hora de la cena, él se preguntó qué iba a hacer. A Martha le gustaba tanto cocinar que él nunca se molestó en aprender gran cosa acerca de la preparación de los alimentos.
Al entrar en la cocina para ver qué había en el refrigerador, vió de inmediato el recipiente sobre la alacena. Sus ojos fueron atraídos hacia él como si fuera imán. Ben apartó la vista rápidamente, pero su curiosidad lo hizo volver a mirar. La curiosidad lo atormentaba.
¿Qué había en el recipiente? ¿Por qué no había de tocarlo? ¿Cómo era "la hierba secreta"? ¿Cuanta quedaba?
Ben miró hacia otra parte una vez más y levantó la tapa de una gran cazuela de comida que estaba sobre el mostrador de la cocina. Ahh... había sobrado más de la mitad de uno de los magníficos pasteles de carne que Martha horneaba. Cortó un buen trozo, se sentó a la mesa de la cocina y no le había dado más que un mordisco cuando volvió a mirar aquel recipiente. ¿Qué daño haría si veía lo que había dentro? En cualquier caso, ¿por qué Martha era tan reservada respecto a ese recipiente?.
Ben le dió otro mordisco al pastel y debatió consigo mismo: ¿debía o no hacerlo? Mientras masticaba otros cinco bocados grandes, siguió pensando en el asunto, mirando fijamente el recipiente. Finalmente, no pudo resistir más. caminó lentamente hasta el otro lado de la cocina y con sumo cuidado tomó el recipiente de la alacena, temiendo (ìhorror de horrores!) derramar el contenido mientras lo miraba furtivamente.
Colocó el recipiente sobre el mostrador y lo destapó cuidadosamente. ìCasi le dio miedo mirar lo que había dentro! Cuando el interior del envase quedó claramente ante su vista, los ojos de Ben se abrieron desmesuradamente: ¿Cómo?, ìel recipiente estaba vacío!... salvo por un papelito doblado que se hallaba en el fondo.
Ben metió la mano para alcanzar el papel, lo que se le dificultó, porque era grande y tosca, Con cuidado lo tomó de una esquina, lo sacó y lo desplegó lentamente bajo la luz de la cocina.
Dentro había una breve nota escrita a mano y ben reconoció inmediatamente la letra de la madre de Martha.
Decía simplemente: "Martha: a todo lo que prepares, agrégale una pizca de amor".
Ben tragó saliva y volvió a poner en su lugar la nota y el recipiente. En silencio, terminó de comer su pastel. Ahora comprendía por qué su sabor era tan delicioso.