Una historia para aprender a cerrar circulos
De: Mónica Hebe Fornaro

Son pasadas las 8.30 de la tarde (no se puede decir de la noche porque todavía no bajó el sol), sentada en el fondo de mi casa estoy tratando de dilucidar lo que quiero hacer con mi vida. Está soplando un viento bastante fuerte y se está poniendo inusualmente fresco, para la hora y la época del año. Está absolutamente despejado, lo que quiere decir que contra todas las expectativas, no lloverá.

¿Y qué hago acá, sentada otra vez en el mismo cantero, sobre el césped (si se le puede decir así) mirando a mi vida desde acá, y decidiendo los pasos a seguir?

Me fui de mi casa con viento de cola y con una realidad. Tres años después me trajeron de vuelta vientos desordenados y mi casa se encontraba en un estado de total desolación. La realidad en mi aspecto personal de estos dos últimos años, traumática y atemorizante, se reflejaba en esa desolación.

Pasaron 7 meses desde ese momento, y pasó mucha agua bajo el puente. Durante todo ese tiempo lloré, grité, insulté, trabajé, limpié y quemé; me fui calmando de a poco y fui logrando pequeños triunfos. Pequeños, pero con gran esfuerzo, cada uno de ellos una batalla ganada.

Lo que pasó no se puede cambiar, pero sí puedo cambiar lo que aún no pasó. Y si de algo se trata, es de no cometer los mismos errores ni permitir que me hagan lo mismo ni que nadie me trate de una manera que no me guste. Se trata de hacer cosas que me hagan sentir bien, de pasarla bien y disfrutar de mi vida y de mis logros (que son muchos). No tengo por qué esconderme, porque no hice nada malo. Y ahora no le debo explicaciones a nadie; si bien nunca tuve que darlas, lo hacía pensando qué es lo correcto en una relación.

Ahora sé que no lo era, pero en su momento no, y seguía haciéndolo inútilmente. Soy independiente y libre, razón de más para hacer lo que quiera, cuándo, cómo, dónde y con quién quiera. Soy independiente y libre; no necesito demostrarle nada a nadie, porque la única que necesitaba saberlo era yo y ya me lo probé. Me las puedo arreglar muy bien sola. Todo lo que hice por esta casa en los últimos cinco meses lo demuestra. Fregué, limpié, remendé, pinté, junté, tiré y quemé. Puse plantas y flores que están creciendo y adornando lo que era un páramo. Estoy pisando un pastito que no existía. Corté (en rodajitas) una planta que me molestaba. Pinté las rejas de las ventanas del frente, que estaban oxidadas. Pinté las paredes manchadas. Armé las cortinas que se enrollan, tal como yo las quería; las hice yo y además quedaron hermosas. Arreglé el sillón que "no se podía arreglar" y quedó presentable otra vez. Injerté dos sillas; por ahora sólo tengo tres, pero todas en estado pasable, y todo hasta que decida comprarme nuevas. Puse adornitos nuevos y colgué una pintura diferente.

Ahora la pregunta es saber si estoy mejor. Sí, estoy mejor.

No vivo angustiada como antes. Nadie me pone de mal humor, como antes. Como cuando tengo ganas y lo que quiero comer. Disfruto de pequeños placeres, como caminar descalza por toda la casa y tomar sol. Ya no lloro (por lo menos desde hace más de tres meses), volví a escuchar música y finalmente he aceptado que lo que pasó, iba a pasar, estando yo aquí o no, que nunca fue mi culpa y que si hubo o fue amor alguna vez, no fui yo la que lo terminó y realmente iba en una sola dirección. Por suerte, muchas cosas pasaron sin mi presencia, lo que no deja de ser un pequeño alivio. Además, si bien trató de sacar lo peor de mí, no lo logró; lo único que hizo es demostrar lopeor de él.

Finalmente entendí que la vida que veía a través de sus ojos no era una vida que me hiciera feliz, que lo que él considera importante, realmente son cosas absolutamente fútiles, y como si fuera poco, no tiene valores propios ni capacidad de ser un hombre.

Nunca fueron sus valores, sino los míos, y por eso fue capaz de hacer lo bueno que hizo. Lo repito, no tengo nada de qué arrepentirme, porque todo lo que hice, lo hice bien y sin titubear.

Lo que me lleva a pensar, ¿por qué me fui? ¿No será, acaso, que era un paso necesario?

¿No sería una preparación para un futuro, que ahora parece incierto, pero que ciertamente no lo es?

Y ahora, ¿qué quiero yo para mi vida? Todavía tengo muchas decisiones que tomar.

Algunas ya las tomé. Vuelvo a trabajar pronto. Esa fue una importante. Vuelvo a la escuela primaria, aunque me había hecho a la idea que no volvía; no se dio, no importa, por algo será.

¿Qué voy a hacer con esta casa? Eso es lo que no está decidido todavía. Sí, es muy grande, pero me gusta vivir en esta zona de la ciudad, además que venderla sería achicarse en patrimonio, y eso teniendo en cuenta también a mi hijo, mi único heredero.

También tengo que pensar que hay que limpiarla y mantenerla, con todo lo que ello implica. La casa no es un objeto, un trofeo de guerra; es un objetivo. Algo de mi propiedad, un lugar donde vivir; un refugio, mi castillo y mi palacio. Bueno, eso no está del todo claro todavía; pero si la vendo y me compro otra, más chica, trataré de que sea en este mismo barrio.

El auto. Es un patito feo que nadie lo quiere, como si fuera poco, abollado (gracias, Coco) pero con el sticker de la verificación técnica (que a gatas pasó, contra todas las apuestas) y ahora con las llantas rojas (que le pinté a pincel). Tendré que pensar pronto en uno un poquito más nuevo y en mejor estado. Mientras tanto, lo seguiré conduciendo. Lavarlo mucho no lo voy a hacer, para que siga haciendo honor a su cartel en el baúl, pero le haré todo lo necesario para que me lleve a trabajar todos los días.

Regreso a USA. Eso sí es una materia pendiente; y si se da que pueda volver, voy a volver. Eso también lo tengo bien claro.

¿Qué voy a hacer mientras tanto? Trabajar, disfrutar, vivir. Todo lo demás ya fue. Ya sé que no me puedo olvidar así de fácil; no puedo borrar con un pase mágico 28 años de mi vida. Recién ahora estoy empezando a decir "yo" en vez de "nosotros". Fueron 28 años en plural, qué terrible error. Ahora, recién ahora, estoy cerrando el libro. Recién ahora estoy aceptando que no me merece y que merezco una persona mejor. Y es verdad, todo esto sacó lo mejor de mí, porque ahora estoy volviendo a ser yo, sin broncas ni malhumor; sí con la misma independencia, rebeldía y alegría de antes. Con los mismos ojos asombrados para ver el mundo y aprender a vivir. Las mismas expectativas, las ganas de gozar la aventura de vivir.



Mi comentario: Todos tenemos historias, pero las historias tristes, esas que nos corroen el alma, aquellas que nos duelen y que a pesar de querer olvidar buscando otros caminos, buscando otras salidas, amenazadoramente vuelven, pero un día, aún con los escombros o los vestigios de aquello que nos atormentó cerramos el círculo y entonces, solo entonces limpiamos el ayer y volvemos a vivir el presente.

Gracias Mónica, por este aporte maravilloso que me hizo mirar desde otro ángulo mi propia vida y mejor aún ayudarme a cerrar también círculos, tu historia es un ejemplo de, así como limpiar, quemar etc, artículos materiales, así también borrando dolores, enojos, cerrando círculos. Gracias amiga un abrazo enorme... Lety Ave